Sin una comunicación que
huya del edadismo las empresas no harán más que imponer cómo tenemos que vivir
la vejez. Es lo que ocurre cuando automáticamente se asocia la vejez con la
enfermedad, como si no hubiese más posibilidades de envejecimiento.
Debemos pararnos y analizar la heterogeneidad que existen en esta etapa y, por
supuesto, preguntar y escuchar a las personas por sus deseos y necesidades.
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