Otro
día de infarto. Cisma Alemán, quiebra del Vaticano, eutanasia exprés en Italia
favorecida por el gobierno del Papa Francisco, rostros amazónicos, abusos en
San Pedro, bancarrota doctrinal… ; la tempestad perfecta está en marcha.
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Se habla mucho del pueblo, obispos de pueblo, sacerdotes con olor a
oveja, el pueblo que dice, el pueblo que quiere. En la redacción de la
constitución de los Estados Unidos se dice: ‘nosotros el pueblo de los estados
unidos’, la inmensa mayoría de veces se nos presentan personajes y
personajillos como ‘representantes del pueblo’ y hablan en su nombre y deciden
en su nombre. Creemos que en Estados Unidos y en Alemania nadie se siente como
un borrego que necesita que otros hablen por él. El concepto de ciudadano está
mucho más extendido que esa masa amorfa que se viste de pueblo. Este mal se
está extendiendo y es evidente que los países de tradición musulmana son
pueblos mucho más controlables. El concepto pueblo tan extendido en tierras del
centro y de sud América, no casa en otras latitudes y se entiende bastante mal.
La fe es personal y cada uno rendirá cuentas a Dios de sus actos. La
vivimos en comunidad pero las obras son nuestras y los pecados también. Si
eliminamos este principio, perdemos la responsabilidad y libertad personal y
caemos en esa masa amorfa que se llama pueblo.
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Muchos artículos, sin especiales novedades,
sobre los temas financieros. No nos cansaremos de decir que la situación que
nos pintan es grave pero que la realidad es mucho peor. Durante años se han
desviado todo tipo de fondos a tapar enormes agujeros y a tirar hacia adelante.
Ya no es posible más. Cuanto antes tengamos las cartas sobre la mesa mejor para
valorar la magnitud del problema y buscar remedios. Ya no son tiempos de poner
al papa como tapadera de todos los desmanes y pensar que los ingenuos miembros
del pueblo serán generosos con la venda bien ceñida en ojos, oídos y narices.
Hoy se ha impuesto la sana costumbre de proteger los bolsillos ante tanto
intento de saqueo por los representantes del pueblo sea por lo civil o por lo
eclesiástico. La transparencia no existe y en este pontificado se ha dejado de
enviar los balances a los obispos, se han dejado de publicar los mínimos datos.
La confianza cuesta mucho ganarla y se pierde con enorme facilidad.Siga leyendo desde:
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